“Los Zapatos Mágicos” de Maite García de Vicuña es el relato que ha resultado ganador del Certamen de relato Corto "La Primera Vez" patrocinado por la A.C. Falla Lepanto /Guillem de Castro y dotado con ciento veinte euros de premio y mención honorífica.
El ganador ha sido seleccionado entre 425 relatos cortos procedentes de las más diversas partes del mundo, por el siguiente jurado elegido por la Asociación.
Remei Miralles Tomás
Josep Lluís Sirera Turó
Pilar Paz Garcia Bertolin Lic. Filología Hispana
Marcos G. Zacarés
Francisco Gomariz Blázquez Escritor
Daniel Costa Arocas
A los cuales queremos agradecer el exhaustivo trabajo realizado para seleccionar al ganador y a los finalistas
Han resultado finalistas los siguientes relatos:
2º Mi alternativa docente Escarlata.
3º Idioma Francis J. Romo
Menciones:
Despedida Eugenio
Don Pascual Superser
Definición
Que serán premiados con unos Lotes de Libros patrocinados por "Carena Editores" a la que también queremos agradecer su patrocinio y apoyo a este concurso.
Ganador de CONCURSO: titulo LOS ZAPATOS MÁGICOS Autor: M. Aranguren
La primera vez que Maddox se calzó unos zapatos ya había cumplido los quince años. No le importaba que no fueran de diseño, ni siquiera que todos se le quedaran mirando mientras andaba torpemente. Su amplia sonrisa anulaba cualquier prejuicio, burla, u opinión vertida sobre su inexperto caminar. Eran sus zapatos mágicos. Cada mañana, al despertarse, anudaba el lazo de los cordones como un orfebre creando una delicada obra de arte. Había volado durante horas desde Camboya. Sus piernas cercenadas por una mina antipersona esperaban ser reconstruidas bajo la mano experta de un cirujano ortopédico. Maddox, nombre camboyano que curiosamente significaba vida, había profanado con su inocencia una de las diez millones de minas que aún existían en su país. Hoy, con la ilusión y la moral intactas, observaba las huellas de su recién estrenada normalidad perfiladas por la lluvia en el asfalto.
2º Finalista
Dieciocho rostros nuevos para mí, impacientes por conocerme y tantear el terreno que pisarían el próximo curso. Dieciocho almas que ignoraban que yo, tomaba la alternativa a primera hora de aquella mañana y en ese ruedo, mezcla de inocencia y adolescencia en su punto álgido. Sería inútil negar que temía al pánico escénico, pero todos los pensamientos negativos se vinieron abajo enseguida. Fueron cincuenta minutos, en los cuales mis primeros alumnos hicieron fácil lo difícil, realidad lo que hasta ese momento había sido utopía y quitaron la hoja del primer día de mi calendario como maestra. Aún, a diario, entro en mi aula y siento que vuelvo a tomar la alternativa, pues la docencia me ha enseñado que no hay día como el anterior, ni alumnos iguales, y que en esa diversidad reside la magia de mi vocación.
3º Finalista
Se levantó una mañana y no entendía nada, literalmente. Sabía que era su marido, conocía perfectamente ese tono malhumorado con el que se dirigía a ella, pero ahora además había en él un gesto de sorpresa, o tal vez de perplejidad. El hizo un comentario en un idioma escandinavo que bien podría ser sueco, ella, claro, no entendió, y se lo hizo saber, o lo intentó, en su propio idioma, que tenía la sonoridad del yiddish. El cómo y el porqué hablaban como hablaban no lo podían explicar. De esta absurda manera pasaron alrededor de dos horas. En realidad, pensó ella, aunque parezca la primera vez, llevamos años así. Preparó la maleta despacio, serena, y sin mediar incomprensibles palabras, se fue.
Mención
Giré la cabeza. Mi padre seguía allí. A los cuarenta años, su pelo era nieve. El frío me cubrió el corazón. Era la primera vez que dejaba mi casa. —Te quiero, papá —susurré. Sólo me oyó el pilón de la Fuente Vieja. «Nunca se lo dije», pensé con tristeza. Me detuve a remojarme el rostro. Sonreí recordando a La Chula empapada. De niño, disfrutaba salpicándola. Aspiré profundamente y un aroma a Ideales me besó por dentro. > Acomodé el petate y continué rumbo a la estación. Y ya no miré atrás. …………………………….. “Te quiero, hijo”. Sus lágrimas, como reguerillos de pena, desdibujaban la figura lejana. —¡Vamos, Chula! —dijo a su mula— Hay trabajo —añadió. Pero ninguno se movió. En el cielo, como un cuchillo afilado, una nube cortaba al sol en dos. —¡Puñetera guerra! —dijo muy bajito. Y una colilla diminuta voló furiosa hacia una acequia cercana.
Mención
Recuerdo la primera vez que vimos a Don Pascual. Nos revolvía el pelo con cara de contento o nos pellizcaba las mejillas donde nos viera. Me fastidiaba lo del pelo, pero era el nuevo cura del pueblo y había que tenerle respeto.
Aún éramos unos críos cuando algunos amigos y yo nos hicimos monaguillos. Don Pascual seguía revolviéndonos el pelo cuando nos veía por la calle, pero había que tenerle respeto. Recuerdo también la primera vez que me hizo sentarme en sus rodillas con sus bromas y sus cosas, y recuerdo la vez que salté asustado de aquellas rodillas...
Recuerdo la primera vez que dejé de respetar a alguien: La tarde que estábamos jugando en la plaza y se nos acercó, mientras me revolvía el pelo, yo revolví su cara de dos hostias.
Mención
Considero que un microrrelato va más allá del propio texto. Incita a pensar que hay más que sus palabras:
Me casé hace ocho años con el soldado Abel.
Un microrrelato debe contar una historia, sino es una simple enumeración:
A pesar de ello sigo enamorada de Mehmet, hacemos el amor todas las semanas.
También debe dar a entender que no se acaba con el punto final:
Mi marido ahora es general, y en mi país el adulterio se condena con la lapidación. Cada piedra sobre mi cuerpo es el recuerdo de los dedos de Mehmet en la primera noche.